Había hecho lo imposible por ti, cabrón. Hice lo que no
había hecho ni tan siquiera por mí misma. Pero tú te encargaste de humillarme y
hundirme. Me hiciste desaparecer. Pero no en poco tiempo resurgí. Resurgí de
mis jodidas cenizas, cuan ave fénix.
Ahora me he crecido. No hay forma de pararme.
La única manera que tendrías de detenerme es que me
entrasen las ganas de estarme quieta.
No podríais detenerme si se me da por ponerme a andar.
Puede que me proponga ser tu peor pesadilla, pues ya
soy tu continuo sueño húmedo sin quererlo.