Hace frío.
Y ya nadie me arropa ni me mece entre sus brazos para que
recupere el calor.
Ahora soy yo la que busca ropa de abrigo para que aguante
mi temperatura y a la que esa independencia le encanta.
Busco más frío y tiemblo. Siento escalofríos y me encojo.
Me desnudo y en un segundo se me eriza todo el cuerpo. Me
castañean los dientes mientras sonrío. No hay nada que me ronde la cabeza. Mi mente
está en blanco y mi tonalidad corporal cambia de rosado a morado en poco tiempo.
Me acuesto totalmente estirada y mis poros me rabuñan,
helados.
Se me ocurre escuchar música. ‘Always’ ¿Por qué no? Entonces
me paro a pensar que es muy probable que al día siguiente gaste más de dos
paquetes de clínex.
No cuento el tiempo que paso allí. Puede que unos 5
minutos. El tiempo necesario para acostumbrarme al frío y dejar de temblar. Entonces
recojo mi ropa y corro al calor.
Llamadme masoca, pero adoro esa libertad.